jueves, 18 de febrero de 2010

Hilary Brown - Elena Heywood

"Solo había una cosa que podía calmarme, correr por la carretera en mi moto a alta velocidad. Sentir mi cabello volar con el viento, mis pensamientos también parecían volar con ellos, y solo quedaban la carretera, mi moto y mi cuerpo desprovisto de toda emoción o recuerdo"


“¿Papá? ¿Cuándo sea grande voy a poder ser policía como vos?”
“¡Claro hija! Serás policía como tu padre”

Recuerdo claramente cuando me subía sobre sus hombros y me llevaba a pasear con él. No sé cuándo fue exactamente que nuestra relación comenzó a enfriarse, quizás haya sido desde la muerte de mamá. Creo que nunca lo superó, y si bien en cierto aspecto lo entendía, por otro me parecía inútil que se torturara de aquella forma.
Ese día llegó de la oficina y se tiró sobre el diván. Encendió el televisor y se quedó allí, había aprendido a verlo vivir “por inercia”. Había dejado su trabajo de policía el día que mamá murió, desde entonces trabajaba en la administración de un lavadero de coches.
-Hola papá.
-Hija no sabía que estarías aquí…
-Hoy terminé de armar mi motocicleta- le dije, eso para mí era algo muy importante, pero no parecía haberse dado cuenta, ni siquiera se había dado cuenta lo duro que había trabajado en ella.
-Que bueno hija…
El partido había empezado y sabía que no me haría más caso. Salí al porche, me dirigí hacia el garaje y me subí a la moto. Encendí el motor y sentí cuando comenzó a vibrar, había estado trabajando en ella por dos años, había ahorrado el poco dinero que mi padre me daba, los vueltos de las compras, todo eso había servido para ir comprando las partes que me faltaban. Ahora todo ese esfuerzo se vería recompensado.
Fue una gran satisfacción para mí, no solo funcionaba perfectamente, había superado mis propias expectativas, y aún así sabía que iba a poder mejorarle muchas cosas con el tiempo. Adoraba trabajar en mi moto más que cualquier otra cosa.
-¡Hillary! ¿Esa es la moto que armaste? No puedo creerlo…
Le había pasado cera y el rojo brillaba como nunca.
-¿Querés ir a pasear un rato?- le sonreí. Amy siempre se emocionaba conmigo, aunque no le interesaban las motocicletas ella se entusiasmaba tanto como yo. Éramos adolescentes, a ella le interesaban el maquillaje, los vestidos, las carteras, los zapatos. A mí solo me interesaban las cadenas de trasmisión, las bujías, los frenos, las cajas de velocidad… pero aún así éramos grandes amigas.
-Obvio que quiero- me respondió sonriente y se subió detrás de mí. Se abrazó a mi cintura y subimos a la carretera.
Sentí por primera vez la velocidad, creo que llegué a alcanzar los ciento cincuenta kilómetros por hora en ese primer paseo. El cabello rojo de Amy se arremolinaba detrás de nosotras.
-¡Increíble! ¡Jamás me había sentido así!- me dijo, yo me sentía igual, en ese momento supe que ella era la única que me entendía, a pesar de lo diferente que éramos ella sentía en ese momento lo mismo que yo.
Esos fueron los mejores momentos de mis dulces dieciséis.

El día que papá murió no lloré, al menos no enfrente de los demás. Yo ya lo había perdido hace tiempo y aún así lloré bastante el día que lo encontré muerto frente al televisor. No quería llorar más en lo que llevaba de vida. Había sufrido un paro cardiorespiratorio, eso fue lo que dijeron los médicos cuando confeccionaron la partida de defunción. Mis tías Mary y Rose me acompañaron el día del funeral, también estuvo allí Amy y al resto de las personas que asistieron ni las conocía. Eran policías en su mayoría, amigos de mi padre que se acordaban de él ahora que estaba muerto y jamás lo visitaron en vida. Muchos de ellos me dieron su pésame, pero no tuvieron el gusto de verme llorar. El jefe de la seccional donde había trabajado mi padre dio un solemne discurso, me pregunté para qué, él ya no iba a poder escuchar nada de eso. Supongo que para mis tías eso servía y era alguna especie de consuelo, pero no para mí.

*****

Mi tía Rose era la mayor de los tres hermanos. Tenía sesenta años y ya se había jubilado, se trasladó a vivir conmigo para cuidarme, era soltera y no tenía hijos. Yo empecé a trabajar de delivery en un restaurante de comida china. Con la pensión de mi tía y mi pequeño sueldo las dos vivíamos bien, no nos faltaba nada, pero tampoco podíamos darnos ciertos lujos. Yo ahorraba lo poco que podía a fin de mes y compraba algunas partes para mejorar mi motocicleta. Obviamente no dejé la escuela, mis notas no fueron las mejores pero me gradué que era lo importante para poder ingresar a la academia de policía. Mi tía no estaba muy de acuerdo, no quería que su sobrina terminara patrullando las calles, una cosa era un hombre como su hermano, otra su sobrina de dieciocho años. Aún así logré convencerla, le dije que desde pequeña siempre había querido ser como mi padre y ella lo entendió.
-Hillary ¿ya tenés tu vestido para la fiesta de graduación?
-No entiendo cómo pueden darle tanta importancia a eso…
Todas mis compañeras estaban como locas pensando con quién iban a asistir a la fiesta, qué se iban a poner, que maquillaje iban a usar… me tenían harta. A Amy obviamente la soportaba porque era mi mejor amiga.
-¡No puedo creerlo! Este fin de semana vamos a comprarte un vestido.
No podía decirle que no a Amy, así que accedí.
-Está bien, pero no voy a gastar demasiado, vayamos a una tienda de descuentos.
Ella me miró como queriendo replicar pero no dijo nada, había conseguido bastante por el momento.
Salimos ese sábado, llegamos a las tiendas del centro comercial, había vestidos muy lujosos y caros. Ella ya tenía su vestido así que iba observando cuidadosamente qué color me podía quedar bien a mí, teniendo en cuenta el tono de piel morena.
-Entremos acá.
Me probé como diez vestidos, para el tercero ya me quería ir. Amy no me dejó, me dijo que íbamos a probar uno más. Era un vestido de color rojo, ajustado al cuerpo. Ella decía que con mis curvas me sentaría perfecto. Cuando me miré al espejo con él pensé que lo mío definitivamente no eran los vestidos.
-¡Te queda precioso! Definitivamente vamos a llevar este.
Ella pagó el vestido, no me dejó sacar la billetera.
-¡No! Este es mi regalo por tu graduación.
-Bueno, pero después me vas a tener que aceptar un regalo.
-Obvio que sí- me sonrió.
Cuando salí delante de mi moto había una más de color negro, sobre ella una chica de cabello castaño, ojos verdes y ropa deportiva estaba admirando mi creación.
-Parece buena tu moto- me dijo.
-No lo parece, lo es- le respondí.
-¿Una carrera?
Amy me miró como diciendo “otra vez…”
-Hillary, dijiste que íbamos a tomar un helado.
-Lo siento Amy, no puedo rechazar la petición- le dije y me subí a mi moto. Esperame en “Grey’s”, no tardo.
Ella ya estaba acostumbrada a que yo hiciera eso, así que no se quejó.
-Hasta la 16 por la autopista- me dijo la extraña.
-Entendido.
Fuimos hasta el primer semáforo y cuando se puso en verde la carrera comenzó. Esquivé el tránsito mientras intentaba ver por dónde iba a pasar mi contrincante. Ella estaba siempre a pocos metros de mí, fuera delante o detrás. Tomaba las curvas a una velocidad impresionante y en esos momentos me ganaba ventaja, pero yo era mejor en las rectas. Sobre la autopista aumentamos la velocidad, ella iba delante de mí y estábamos llegando a la meta, iba a perder, no podía permitirlo. Aceleré, pero justo antes de la curva un camión se atravesó en el camino de la extraña, lo que me dio una oportunidad que no desaproveché. Esas cosas también hacían divertidas las carreras. Ella me hizo una seña como aceptando mi triunfo y se perdió con el tráfico.
Cuando llegué a “Grey’s” Amy estaba terminando su helado.
-¿Ganaste?
-Gané, pero solo porque un camión le obstruyó el camino en la última curva, era muy buena, de hecho creo que fue mi mejor rival hasta ahora…
-¿Cómo se llamaba?
-No sé… pero tengo el presentimiento de que nos vamos a volver a encontrar.
-No puedo creer que te guste más correr carreras que probarte vestidos- me dijo muriéndose de la risa.
-Yo no puedo entender como a vos te guste más lo contrario- y me reí con ella.
Me senté y pedí una malteada de chocolate.
-¿Cómo hacés para tomar esas cosas y no engordar un gramo?
-Supongo que es hereditario…
-Brian me invitó a la fiesta.
Intenté recordar quién era Brian, era el chico con el que había salido la semana pasada, creo que le gustaba bastante.
-¿Y eso es bueno no?
-¡Es genial! ¿Vos con quién vas a ir?
-Sola.
-Sería bueno que aceptaras alguna invitación.
-No me interesa.
-Kevin estaba por invitarte. Deberías ir con él.
Suspiré.
-Si eso te hace feliz…
Ella sonrió.
Kevin fue a buscarme la noche de la fiesta, mi tía estaba feliz de ver a su sobrina con un hermoso vestido y un galante joven en traje negro que iba a buscarla en su nuevo coche.
Odié la fiesta de graduación. Lo único que importaba allí era la apariencia, qué estudiante era la más agraciada, la que estaba mejor vestida, la que bailaba mejor… Ese ambiente no era para mí pero supongo que tenía que sufrirlo. Amy estaba feliz, tenía un hermoso vestido rosa con volados y moños, su cabello rojo recogido en una cola, estaba preciosa.
-Tu regalo de graduación- le dije y le entregué una cajita.
Ella lo abrió y encontró un colgante.
-¡Hillary es hermoso! ¡Gracias!- al instante le pidió a Brian que se lo sujetara al cuello.
-¿Bailamos?- me pidió Kevin. Debí imaginarlo, yo no sabía bailar.
-Lo siento, no sé bailar…- le respondí.
Él pareció decepcionado, pero no dijo nada. Creo que esa debe haber sido la peor noche de su etapa de estudiante.
-Me voy a casa- le dije a Amy apenas habían anunciado a la reina del baile, que resultó ser casualmente nuestra compañera más popular. Rubia, de ojos celeste, encantadora personalidad y con un vestido de princesa a lo Disney.
-Te llevo- me dijo Kevin. Creo que creyó que aún tenía una oportunidad, pero mi fría despedida le hizo saber que no quería saber nada de besos, y mucho menos de sexo.

Primer día en la academia, todos mis nuevos compañeros y yo estábamos sentados en pupitres para escuchar al jefe de la seccional que nos daba la bienvenida. Cuál fue mi sorpresa al ver a mi mejor rival en las carreras sentarse a mi lado. Ella me reconoció enseguida.
-Debí imaginar que te encontraría en este lugar- me sonrió.
-Sabía que nos volveríamos a encontrar. Mi nombre es Hillary Brown.
-Un gusto. Edith Johnson.
Ambas nos dimos la mano y desde ese día no volvimos a separarnos.
-Debiste haber ganado esa carrera.
-Es verdad, de no ser por el camión lo hubiera conseguido pero… eso es lo que hace divertidas las carreras ¿no te parece?
Pensábamos exactamente igual, por primera vez creí encontrar lo que llamaban “la horma de mi zapato”. A Amy la quería muchísimo, pero sabía que con ella había muchas cosas que no podía compartir. Edith se convirtió en mi otra mejor amiga. Estudiábamos juntas, almorzábamos juntas, incluso conoció a Amy y las dos se convirtieron en grandes amigas, obviamente a Amy le dio un poco de celos al principio pero lo superó rápidamente.
Muchas veces corríamos carreras y Amy se ponía en la meta elegida para anunciar la ganadora. Jamás la llevábamos a ella en las motos, éramos conscientes de que las carreras a alta velocidad eran peligrosas. Conscientes o inconscientes, la realidad era que nos encantaba competir. Amaba correr junto a Edith, ella era mi complemento.
Cuando nos asignaron como compañeras en las misiones fue una gran alegría y salimos a festejar junto a Amy.
-No debiste haber tomado tanto- le dijo Edith. Amy estaba balanceándose de un lado a otro.
-¡Pero hay que seguir festejando!- dijo mientras se reía a carcajadas.
-Creo que mejor la llevamos a su casa- le dije a Edith y eso hicimos.
-Estoy muy feliz de poder trabajar a tu lado- me dijo sonriendo.
-Yo también amiga.

Hilary Brown (a los 16 años)





Oficial Brown (el padre de Hillary)




Amy Brooks



Edith Johnson




Mi primer y único amor fue un desastre. Lo conocí cuando ya estaba trabajando para la policía, aún me daban tareas menores como realizar infracciones de tránsito, o infracciones por mal estacionamiento.
Riley Frazier era gerente en una gran compañía. Un día lo detuve por exceso de velocidad y le hice la multa correspondiente. Él me miró y me dijo que era muy hermosa, no era la primera vez que me lo decían, pero aún así la multa fue entregada.
Al día siguiente lo volví a ver, esta vez lo había hecho apropósito, toda la semana hizo lo mismo hasta que el último día laboral me pidió una cita.
Era muy atractivo, sus ojos claros y su cabello castaño me cautivaron, al igual que su vestimenta, su perfume, su simpatía.
Acepté su invitación y ese fue mi primer error.
Al principio todo fue maravilloso, me sentía en un cuento de hadas, él me regalaba flores, bombones, vestidos, me llevaba a cenar a lugares exóticos que salían una fortuna… Fui muy feliz a su lado mientras duró la mentira, debí haber sido consciente de que los cuentos de hadas solo existen en la imaginación.
-Riley es tan simpático y tan lindo, y no solo eso tiene mucho dinero ¡Te envidio Hillary!- me dijo un día Amy.
-Espero que no sea el tipo de envidia que arruina una amistad porque en ese caso tendré que pelearme con él- le dije sonriendo.
-¡No seas tonta! Deberías pensar en vivir toda tu vida a su lado.
-Ya lo pensé Amy y creo que estaría dispuesta a eso sin pensarlo un segundo. Pero creo que él todavía no está preparado para un compromiso. Siempre tiene tanto trabajo…
-Sí, no debe ser fácil manejar una compañía…
-Hay días que se queda hasta muy tarde en la oficina, y muchas veces tiene que cancelar salidas conmigo por eso, pero lo entiendo.
Era tan solo una niña, tenía veintiún años, jamás iba a pensar que alguien podía hacerme algo como lo que él me hizo. El sueño se hizo pedazos cuando lo llamé un día a su celular y atendió una mujer.
-¿Quién habla?
Me quedé helada pero aún así le dije:
-Necesitaría hablar con Riley.
-Sí, ¿de parte de quien es?
-Hilary Brown.
-No te conozco de la oficina ¿sos nueva?
¿Quién demonios era esa mujer?
-Sí...
Ella le pasó el teléfono a Riley.
-¿Con quién estás?- le pregunté muy enfadada.
-Sí, no te preocupes, mañana en la oficina lo hablamos.
Jamás volví a hablar con él.
Lloré tanto esa noche, juré que jamás iba a salir con ningún otro hombre, juré no llorar nunca más por amor. Edith estuvo conmigo, no me dejó sola durante ese día ni tampoco al siguiente, entre ella y Amy pudieron darme la fuerza que necesitaba para no caer en un pozo depresivo.
Edith siempre había dudado de él, pero no al punto de imaginar que estuviera felizmente casado y tuviera dos hijos. Me usó como quiso, me quitó la poca ingenuidad que me quedaba. Pero yo no iba a dejar las cosas así. Cuando me repuse lo busqué, ya tenía a otra amante con la que divertirse, le saqué fotos besándose con ella y se las envié a su esposa. La nota solo decía:
“Yo también fui una de ellas, decidí que usted debería saber la clase de persona que es su marido”.
Supe que se divorció, su mujer le había hecho juicio y le había tenido que entregar muchos de sus bienes. Que lástima que no supiera cual de todas las mujeres que había engañado le fue con el cuento a su esposa. Era lo que se merecía, quizás no era el precio justo pero lo pagó bastante caro.

*****

-Hoy fue un día muy aburrido…- me dijo Edith.
Hacía ya siete años que nos conocíamos, ella y Amy eran mis dos grandes amigas.
Nos conocimos en la academia, estudiamos juntas y también fuimos asignadas a la misma sede. Trabajamos en equipo desde siempre, habíamos sido compañeras en todas las misiones importantes. Ella me cubría a mí y yo la cubría a ella, éramos un equipo perfecto.
Amy también la había conocido hacía ya muchos años, ellas también se convirtieron en grandes amigas y las tres solíamos salir siempre a divertirnos los fines de semana.
-Sí, hoy fue un día tranquilo, pero descansar un poco no nos va a venir nada mal- le dije.
-¿Vas a salir con Taylor?- ella siempre iba directo al grano.
-¿Estás loca?
-¿Te invitó o no?
El baño de mujeres era el lugar ideal para que ella me preguntara sobre esas cosas. Richard Taylor era el comandante del escuadrón encargado de solucionar los problemas con los cyberpsicópatas en las calles. El día anterior me había pedido una cita, no lo conocía bien, era alguien de muy alto cargo en la sede, y yo no quería problemas. Todavía no le había respondido, pero un “no” iba a ser la respuesta definitiva, aunque fuera muy atractivo no quería ningún tipo de relación “sentimental” por el momento.
-Sí, ¿y eso qué?
-Algún día vas a tenerle que decirle que sí a alguien- me dijo sonriendo.
-Lo dudo…
-No podés estar pensando siempre en lo que pasó con Riley. No todos los hombres son tan idiotas como él.
-Presentame un hombre que no sea idiota y quizás lo considere.
Ella se empezó a reír, en ese momento sonó nuestro comunicador.
Era muy tarde, estábamos listas para salir a tomar algo, pero nuestro jefe tenía algo que decirnos.
“Hillary, Edith, prepárense, tenemos información sobre una persecución en la 42. Tendrán que salir ahora. Es una misión muy importante, el sospechoso no se puede escapar”.
Cuando usaba ese tono sabíamos que era una misión que solo podía confiarnos a nosotras, éramos las mejores para ese tipo de situación.
Aún teníamos el uniforme puesto, así que solo tuvimos que subir a nuestras motos y ponernos en camino. Mi moto roja, la misma que había reparado hacía ya nueve años, la que me acompañaba en todas las salidas…
Edith subió a su moto negra y ambas corrimos a toda velocidad por la autopista. Teníamos que llegar a tiempo, no sabíamos quién era al que estaban persiguiendo pero una cosa era segura, no se nos podía escapar, y en eso éramos expertas.
Era una noche despejada, a lo lejos se escuchaban los ruidos de sirenas de los patrulleros que iban detrás del auto blanco con el sospechoso. Pude imaginar lo que estaba pasando, el auto esquivando el tráfico, la policía intentando detenerlo. Edith me hizo una seña, iba a ir por la otra calle, los rodearíamos. Teníamos tal coordinación ya de estar trabajando juntas que llegamos al mismo tiempo, ella entró por una calle lateral, yo por la otra y logramos tener al perseguido atrapado entre nosotras.
Pero todo salió mal, muy mal. Un auto negro entró por el frente, había ido por el otro carril a contramano y sus ocupantes comenzaron a disparar a diestra y siniestra, iba a cubrir la huída de su compañero. Tres personas, dos en el asiento trasero, otra más en el asiento delantero habían comenzado un tiroteo. La policía había frenado, el auto blanco que perseguíamos había quedado en medio de la balacera. Todo fue muy rápido, miré hacia Edith pero no la vi, su moto estaba tirada en el suelo, ella ya no estaba allí. Dejé la moto y corrí hacia ella sin pensarlo. Disparé a todo lo que tenía enfrente pero no estaba preparada para ver lo que me esperaba detrás del auto blanco. Estaba vacío, su ocupante ya había escapado en medio del fuego cruzado. Edith estaba en el suelo tomándose el costado, debajo de ella había un gran charco de sangre.
-Edith, no te preocupes, yo te voy a proteger- dije con lágrimas en mis ojos, ella tenía la mirada perdida, los ojos vidriosos, creo que ya no me veía pero estoy segura que pudo escuchar mis últimas palabras. En ese momento un disparo me alcanzó y caí sobre ella. Lo último que alcancé a ver fue un camión que partía en dos mi motocicleta y un gran choque en cadena que se sucedía detrás del auto blanco.


Hilary Brown (su etapa en la policía)



Riley Frazier



Richard Taylor




-Esta no era mi idea de una cita…
Veía todo nublado, mi vista tuvo que acostumbrarse otra vez a la luz.
¿Dónde estaba? Me dolía todo el cuerpo, el techo era blanco, todo era blanco allí… ¿era un hospital? A mi lado estaba sentado Richard Tylor. De repente recordé lo que había pasado, una sucesión de imágenes de la noche anterior surcó mis memorias tan rápidamente que hizo que me doliera la cabeza.
-Edith, ¿dónde está Edith?- fue lo primero que pregunté.
Tylor me miró con tristeza y comprendí, lo sabía, lo supe cuando estuve frente a ella, cuando vi su sangre correr sobre el asfalto. Estaba muerta.
-Todos los policías de esa misión murieron.
Hablaba como si hubiera pasado mucho tiempo… ¿todos muertos? Eso era imposible…
-Estuviste en coma por veintisiete días. Bienvenida otra vez al mundo de los vivos.
¿Veintisiete días?
-¿Dónde estoy?
-Estás en mi casa, no me pareció prudente dejarte en un hospital.
-No entiendo…
-Tendrás tu explicación en cuanto te recuperes por completo. Ahora voy a dejarte con la enfermera que te estuvo cuidando todo este tiempo, su nombre es Gladis.
Cuando hizo ademán de irse lo agarré fuertemente por la muñeca.
-No te irás de este lugar sin darme una explicación.
La aguja del suero se clavó con fuerza en mi piel y vi como un hilo de sangre comenzaba a correr de la herida que me había hecho. Las lágrimas me abandonaron aunque intenté reprimirlas. “Edith”…
-Salga de aquí y déjeme con ella- supuse que ella sería Gladis, tenía carácter si se atrevía a decirle que hacer a un jefe de departamento de la policía. Por el momento lo solté, si estaba en su casa no iba a irse muy lejos. Gladis era una mujer mayor, tendría unos cuarenta y cinco años. Algunas canas comenzaban a asomar por su cabello castaño, sus ojos negros me miraron enfadados, pero detrás había una mirada amable.
-No debiste hacer eso. Pero bueno… parece que por fin estás mejor.
Me sacó la aguja del suero y me puso un apósito donde me había lastimado al mover el brazo.
-Te estuve cuidando todos estos días, el señor decía que ibas a despertar tarde o temprano.
Supuse que “el señor” era Tylor.
-¿Te sentís bien?
-Sí, solo me duele un poco la cabeza- dije tomándome la frente.

Taylor se había marchado, tenía que esperar hasta que volviera a la noche. Había ocupado mi día en investigar, no me costó mucho encontrar la notebook de Taylor, tenía una contraseña para ingresar a sus archivos personales pero podía navegar por internet sin saberla. Había buscado lo que habían dicho los periódicos del suceso.
Los titulares volvieron a llevarme hasta esa noche.
“Tiroteo en la 42. Nueve policías y once civiles muertos.”
“Tiroteo y choque en cadena. Veinte muertos.”
“Persecución en la 42 termina en tragedia”.
Lo que obviamente no iba a encontrar era a quién estaban persiguiendo, eso parecía haber sido ocultado intencionalmente. Vi las fotos del funeral, las banderas sobre los ataúdes, incluso Amy lloraba sobre los cajones, en los periódicos mencionaban a todos los muertos, yo también estaba entre ellos. Lloré al ver las fotos, mis tías también estaba allí, los padres de Edith, sus hermanos, nuestros compañeros de la seccional… Lloré una vez más, sabía que esas lágrimas eran inútiles, Edith no regresaría, ninguno de ellos, pero sí había algo que podía hacer, ese canalla había escapado y yo iba a encontrarlo aunque tuviera que remover cielo y tierra.
Taylor iba a tener que explicarme unas cuantas cosas al llegar…
Gladis estuvo dándome pastillas durante todo el día, me dijo que eran calmantes para el dolor, en fin, sino me había matado hasta entonces no iba a hacerlo ahora que estaba “despierta”. La obedecí y tomé todas las drogas que me dio.
A la tarde Gladis me dejó ponerme en pie así que fui a recorrer la casa. Todavía me sentía algo mareada y débil, mis piernas no me respondían como me hubiera gustado.
Taylor debía tener un buen sueldo porque su santuario era enorme. La típica casa de un hombre soltero que supera los treinta años, no había demasiados adornos pero todo estaba limpio, había una mujer que en ese momento se encargaba de la limpieza. El jardín trasero era gigantesco, una gran piscina en su centro era la protagonista. Al jardín se accedía por un gran living, una mesa moderna de color negro y sillas al tono, una chimenea antigua y un vitral por el que se podía ver todo el jardín. Había un jardinero que subido a una escalera podaba uno de los árboles del fondo.
El baño tenía un enorme yacusi, había demasiado lujo en esa casa. Cuando me vi al espejo noté que estaba bastante más flaca, casi demacrada, esos veintisiete días me habían dejado muy mal. Un baño me sentaría bien. Preparé el agua caliente, eché las sales y el jabón líquido. Sentí que el agua me revitalizaba, me sentía mucho mejor allí que en la habitación. Me quedé un rato descansando y cuando salí ya había oscurecido. Jamás usaba maquillaje pero me hubiera venido bien en ese momento para taparme esas ojeras.
Cuando Taylor llegó yo lo estaba esperando en el vestíbulo.
-Bienvenido a casa.
-Supongo que mi baño va tener que esperar…
Tenía puesto un traje negro, una camisa azul y una corbata haciendo juego. Los zapatos lustrados terminaban el conjunto. Dejó el sobretodo negro en el perchero y se acercó al sillón donde estaba sentada.
-Supones bien- le dije.
-Espero te haya gustado la ropa que elegí para ti.
-Demasiado elegante. Un jean y unas zapatillas hubieran estado mucho mejor.
-No entiendo por qué, ese vestido te sienta a la perfección.
-¿Vas a seguir hablando de cosas sin importancia o de una vez me vas a explicar qué está pasando?
Vio que al lado mío estaba su notebook encendida, la pantalla mostraba una página del diario de hacía veintisiete días.
-¿Qué quieres saber?
-¿Por qué estoy aquí?
Pero él siguió evadiendo las explicaciones.
-¿Recuerdas el día que te pedí que cenáramos juntos? Bueno, digamos que ahora no vas a poder decirme que no…
Mi fama me precedía.
-Esperé todo el día, puedo esperar un poco más.
Estaba siendo descortés así que lo dejé estar por el momento. Había llegado de lo oficina y se lo veía bastante cansado. Cuando regresó me encontró con un block de notas en mi mano, lo había encontrado en su estudio, estaba en blanco y lo usé para hacer algunas anotaciones.
-Veo que te tomaste algunas libertades…- se había bañado y cambiado de ropa, tenía un pantalón marrón deportivo y un buzo blanco. Me sorprendió verlo en pantuflas.
-¿Te gusta Elena Heywood?
-No la conozco.
-Estás frente a ella.
-Pensé que estaba frente a Hillary Brown.
-Hillary Brown está muerta. Podés empezar por ahí…
-Supongo que notaste que en las noticias no hablaba de por qué perseguían al sospechoso, ni de lo que se había robado.
-¿Robado?
-El hombre que perseguían esa noche había robado documentos confidenciales de la policía.
Eso me sorprendió aún más que haberme enterado que “estaba muerta”.
-¿Cómo lo sabes?
-Digamos que tengo ciertos contactos… se cree que el que robó esos documentos era un ex policía.
-¿Qué robó? ¿Qué eran esos documentos?
-Una investigación de hace muchos años sobre un nuevo tipo de cyberimplante. Yo soy el encargado del caso.
-¿Estás diciendo que un ex policía robó documentación frente a nuestras narices de un proyecto tan importante y que nadie sabía que existía?
-Algunos pocos sí lo sabíamos.
-¿Y tenemos copias de esos archivos?
-Son datos técnicos que permiten la creación de cyberimplantes mejorados.
-¿Por qué nadie tuvo en cuenta que lo podían asistir en el escape?
-Porque no podían llamar la atención, no podían desplegar más unidades sin informar qué estaba pasando realmente.
-¿Y por eso todos murieron? Ocho de mis compañeros muertos incluida una de mis mejores amigas ¿solo por no querer revelar…?
Él me interrumpió.
-Sé cómo te sentís.
-¡No! ¡No lo sabés!- le grité enfadada. Lloré de la impotencia, me sentí traicionada, la policía había ocultado algo tan importante y no le importó las consecuencias que eso podía traer: muertos.
-Calmate por favor- me dijo conciliador.
-Aún así eso no explica por qué todos me creen muerta.
Él parecía querer vislumbrar algo en mi rostro, me estaba mirando seriamente, como esperando una reacción.
-¿Qué sabías de la investigación que estaba llevando tu padre Hillary?
-¿Mi padre? ¿Qué investigación?
-Tu padre fue el encargado del proyecto para la mejora de los cyberimplantes hasta que dejó la policía ¿no lo sabías?
Me senté en el sofá, no sabía eso, jamás me había contado algo así… creo que él vio la sorpresa en mis ojos porque continuó el relato y no volvió a preguntarme.
-Cuando supe que habías ido hacia la 42 no podía creerlo, tomé mi automóvil y fui hacia allí a toda velocidad, pero llegué tarde. Todo era un caos y no me costó sacarte del hospital. Unos billetes hicieron el resto, nadie vio nada. Luego te traje aquí.
-Entonces… ¿por eso dejó su trabajo en la policía?
Recordé las sombras que había rodeado la muerte de mamá…
-Esperaba que vos pudieras explicarme algo de eso- me dijo.
-No sé nada, él nunca hablaba de su trabajo…
Me quedé pensando en mamá. Un accidente de tránsito, eso era lo que siempre me habían dicho.
-Mi madre murió cuando yo tenía diez años, mi padre dejó la policía después de eso, siempre creí que había sido para cuidarme a mí…
-Bueno, creo que será mejor que cenemos. Ya hablamos demasiado por hoy… y sería bueno que descanses, acabas de salir de un coma.


Elena Heywood (actualidad)




Me habían dado una habitación de la planta alta. Por suerte no tuve que volver al cuarto antiséptico donde había estado esos veintisiete días. Supuse que allí era donde Tylor se trataba las heridas que sufría en sus misiones, no debía saber lo que era un hospital.
El olor de las tostadas y el café me llegó desde el comedor, Tylor estaba leyendo el periódico, frente a él había un despliegue de platos con cereales, leche, tocino, huevos revueltos y frutas variadas.
-¿Hoy no vas a trabajar?
-Por suerte no trabajo los domingos, salvo que haya alguna emergencia- me respondió- podés sentarte a desayunar- me dijo y se paró para correrme la silla que estaba frente a él. Una mucama me sirvió el café y me preguntó si lo quería con leche. Le dije que lo prefería solo.
-Gracias.
-No hay de qué, señorita- me respondió y se metió por una puerta a la derecha.
-Podés servirte lo que quieras- me dijo.
-Solo el café y unas tostadas estarán bien…- la verdad era que no estaba acostumbrada a ese tipo de lujos y creo que él se dio cuenta porque me dijo:
-Tendrás que quedarte algún tiempo hasta que pueda hacer algunos arreglos, por obvias razones no vas a poder volver a tu casa.
-Lo sé, creo que puedo acostumbrarme.
Cuando terminamos de desayunar él se levantó y me dijo:
-El día que te invité a cenar había tres razones por las que me interesaba hablar con vos, una ya la conocés, quería preguntarte si sabías algo de la investigación de tu padre, pero por tu cara de sorpresa pude deducir que no tenías idea… Ahora, te voy a mostrar la segunda razón.
Lo seguí, me llevó hasta una puerta, detrás había unas escaleras que descendían hasta lo que supuse en un primer momento era un sótano. Descendimos la escalera que nos llevó hasta una segunda puerta. Apoyó su mano en un lector de huellas digitales, la puerta hizo un extraño sonido y se corrió para dejarnos ver un gran taller. Había herramientas, trozos de metal, cables, circuitos, computadoras. Pero lo que más me llamó la atención fue una armadura que estaba sobre la pared del frente. Era una armadura bastante pequeña, claramente diseñada para una mujer y que parecía llevarse muy ceñida al cuerpo. Jamás había visto algo así antes. Me acerqué para mirarla en más detalle, era de un azul muy oscuro que brillaba con la luz blanca del techo. Miré a Tylor como preguntándole que era aquello e hice ademán de querer tocarla.
-Adelante- me dijo él.
Quedé fascinada con ella, la rocé con mis dedos, el metal estaba frío. Me pregunté quién había podido diseñar algo tan hermoso.
-Es hermosa- le dije.
-Sabía que te gustaría- me dijo él sonriendo- Fueron muchos años de trabajo.
¿Él había creado esa armadura?
-Nunca había visto algo así…
-Es una armadura experimental, todavía no pude probarla.
-¿Utiliza cyberconexión?
-Así es. Supuse que serías la única en querer probarla, por eso pensé en ti en primer lugar.
-Supongo que mi mote de “señora motocicleta” ayudó.
En la seccional algunos me decían así. Como por lo general rechazaba todas las propuestas de salidas que me hacían, y solía quedarme horas reparando mi moto, me habían puesto ese “sobrenombre”. Era muy celosa de ella y no dejaba que otra persona la tocara.
-Iba a preguntarte si estabas dispuesta a que te transfirieran a mi departamento.
-Pero ahora las cosas son diferentes…
-Lo sé, pero eso no cambia los planes, me gustaría que trabajes en mi equipo.
-Siempre y cuando sepas que para mí esto ahora es personal.
-No lo dudé ni por un segundo.
-Entonces tenemos un trato.
-¿Qué sería…?
-Te ayudo en la investigación, pruebo tu armadura y a cambio quiero información, quiero encontrar al culpable de la muerte de Edith y de todos mis compañeros. Quiero que jamás se vuelva a nombrar a Hillary Brown, ya no soy policía ni me interesa serlo.
-Trato hecho. Tengo algo más para vos.
Fue hasta la pared de la derecha, había algo cubierto con una sábana, cuando la sacó debajo había una motocicleta roja. Me acerqué a ella, eran las partes mi antigua moto, podría reconocerlas sin problemas, eran tan familiares para mí… ya no era la misma moto pero había usado las mismas partes, la había reparado y mejorado. Recordé el momento del incidente, Edith muerta y mi moto arrollada por un camión con acoplado. Las lágrimas me abandonaron sin que siquiera me percatara de ellas. Cuando volví a la realidad sentí que caían por mis mejillas. Enseguida me apresuré a secarlas para que no las viera. Esa fue la última vez que lloré.
-Le hice algunos cambios, espero que no te moleste…
Solo atiné a decirle:
-Gracias.
Cuando volvimos a estar en la planta baja le pregunté:
-Dijiste que había tres razones, ¿cuál es la tercera?
-Simplemente me gustaste y quería conocerte mejor- Me dijo sonriendo.

Armadura:



-Elena ¿me escuchás?
-Fuerte y claro.
-Ya sabés lo que tenés que hacer.
-A la orden.
-Cuidate- me dijo y cerró la comunicación.
“Siempre tan romántico” sonreí.
Hacía ya tres años que trabajábamos juntos. Jamás había pasado nada entre nosotros, contrariamente a lo que podría creerse. Sabía que él se preocupaba por mí, pero no sabía hasta donde llegaba esa preocupación, y no quería saberlo. Ambos teníamos una especie de acuerdo tácito: trabajábamos juntos y nada más.
Cuando llegué me dirigí directamente hacia la “sala de experimentación”, así le decía Taylor a la habitación donde dejábamos siempre mi armadura y mi motocicleta. Estaba en el subsuelo así que subí las escaleras para acceder a la casa. Él estaba en el living concentrado leyendo el diario, me paré detrás de él y le puse el disco frente a los ojos.
-Sabía que ibas a lograrlo.
-Ni se dieron cuenta.
-¿Notaste algo diferente en la armadura?
-De hecho sí, estaba más liviana que antes…
-Una mejora que le hice el otro día- sonrió.
Tomó la notebook e insertó el disco. Me senté a su lado en el sillón y lo observé trabajar.
-Tengo que analizarlo bien, pero parece otra pista falsa. Nada de los que están fabricando los nuevos cyberimplantes.
-En fin… habrá que seguir buscando.
Tomé mi abrigo y me dispuse a salir.
-¿Estás segura que no querés quedarte a cenar?
-Prefiero volver a casa para descansar un poco.
-Hasta mañana entonces.
-Hasta mañana, jefe.
Tenía un departamento cerca de la casa de Richard, obviamente no trabajaba gratis para él y el sueldo que me pagaba era bastante bueno para costearme tanto un alquiler como mis gastos personales. Ese día había ido a ver a Amy. Siempre de lejos, desde el tejado de alguna casa, la observaba llegar con su auto hasta la cochera, descendía y abría la puerta del asiento trasero donde estaba la sillita de su bebé. Lo tomaba en brazos y entraba a la casa. Su marido había llegado unos minutos antes. Ambos trabajaban, él era corredor de bolsa y ella maquilladora. La había seguido esos tres años, siempre pendiente de su vida, me cercioraba de que estaba bien y después podía continuar con la investigación. No me parecía bien espiarla, pero no podía revelarle que estaba viva. Había perdido no una, sino dos amigas ese fatídico día.
Tres años habían pasado desde que empezamos a buscar pistas, pero siempre parecía haber algo que se nos escurría de los dedos como si fuera agua. No volví a ver al ladrón, casi no me acordaba de su rostro pero estaba segura que podría reconocerlo si lo veía. Revisé los archivos de la policía pero no había nada. Horas y horas me había pasado viendo fotos de criminales y policías por igual. Leí los archivos que tenía Richard sobre la investigación de mi padre. Él había usado muchos de sus conceptos para crear mi nueva armadura. Pensar que mi padre los había escrito, jamás creí que supiera cosas sobre ese tipo de tecnología. Ahora su hija había muerto para el mundo pero había renacido, y en esa nueva vida el centro de mi mundo era Richard. Él había sido el que me dio la posibilidad de investigar lo que la policía me hubiera prohibido. Él no solo me había dado su confianza sino también su amistad.
Cuando volví a casa me encontré pensando en él, pensaba en él cada vez más a menudo y eso no me gustaba. El amor nos hacía débiles y yo no podía ser débil ahora. Pero esa afirmación se volvía cada vez más en mi contra. Sabía que yo ya era débil, aunque no quisiera reconocerlo, esos pensamientos lo confirmaban. No, no podía, no iba a arriesgarlo a él, si le tenía que pasar algo a alguien, iba a ser a mí. Era mejor que todo continuara como hasta ahora. Llegué a casa y me metí en la ducha, el agua hizo el resto, me olvidé de todo lo demás.

*****

-Elena ¿todo en orden?
-Sí, la conexión se estableció sin problemas.
La armadura era mi cuerpo, ya casi ni la sentía, era liviana y con ella me sentía invencible.
Subí con mi moto al camión que me sacó de la casa, obviamente nadie podía verme hasta no llegar a la ciudad, una vez allí saldría del acoplado y el camión volvería a su destino. Siempre me llevaba a una localización diferente. De allí me trasladaba en la motocicleta.
-No sigas alimentando las leyendas- me dijo, lo escuchaba directamente por el casco de la armadura.
-¿No te gusta que sea una super heroína?
-Sería mejor que no llamaras tanto la atención.
-Eso es imposible con una armadura como esta…
-Bueno, pero que “Armour woman” no aparezca esta noche.
-Entendido jefe.
-¿Cómo está la zona?
-Todo despejado. Estoy llegando al objetivo.
-Mantenme al tanto- me dijo y cortó la comunicación.
Dejé mi moto y subí al techo del almacén, había una pequeña ventana de vidrio por la que podía ver el interior. Habíamos recibido una nueva pista que indicaba que allí estaban fabricando cyberimplantes y teníamos que buscar pruebas.
Dos hombres estaban conversando adentro pero no alcanzaba a verlos. Esperé a que se fueran y abrí la ventana. Me colgué del techo y al caer el sonido del metal contra el metal retumbó en la noche. Pero no esperaba que dos hombres más me estuvieran esperando, era una trampa. Los dos hombres que habían salido entraron a los tiros. Una de las balas me dio en el brazo y lo inutilizó. Estaba atrapada. Sin pensarlo un segundo entablé comunicación con Richard.
-Richard sacame de este lugar.
Él supo por el tono de mi voz que algo iba mal.
-¿Estás bien?
-Es una trampa estoy rodeada.
-Dame cinco minutos.
Noté preocupación en su voz. Empecé a correr entre los grandes contenedores pero solo fue cuestión de tiempo hasta que me vieron y recibí un segundo balazo en la pierna derecha. Ahora no podía caminar, estaba perdida. La luz de la calle entraba por la ventana del techo y de repente algo la cubrió, escuché el ruido de un helicóptero. Una escalerita de metal bajó hasta donde me encontraba, me sujeté fuerte con el brazo que aún podía mover. Más balas zumbaron a mi alrededor. Richard fue rápido, llegó justo a tiempo. Sentí dolor donde habían impactado las balas, habían penetrado la armadura, estaba segura. Descendió el helicóptero en la terraza de su casa y me llevó directo a la sala de experimentación.
-Lo siento- le dije. Me dolía más que la armadura se hubiera dañado que mis propias heridas.
-No te disculpes, yo fui el que te envió allí.
-No podías saberlo…
Sentí cuando desconectó la armadura y me ayudó él mismo a quitármela, por lo general lo hacía Gladis.
-Gladis prepará todo, tenemos dos heridas de bala.
-Sí señor.
Él dejó la armadura sobre el suelo y me tomó en brazos. Enseguida se dirigió hacia la enfermería.
-¿Cómo hiciste para llegar tan rápido?
-No lo sé…- esta vez parecía más preocupado de lo normal- Fui rápido pero fui descuidado, puede que nos hayan visto.
-Pensé que era porque estabas preocupado por mí.
-Siempre estoy preocupado por ti.
Debo haber perdido mucha sangre porque solo recuerdo que Gladis estaba muy enfadada cuando llegamos, le dijo algo a Richard pero ya no escuché que fue. Cuando me desperté tenía el brazo y la pierna vendados. Estaba una vez más en la familiar enfermería. Richard estaba sentado al lado mío.
-Al fin te despertás Bella Durmiente.
-Me gusta más “Armour Woman”.
-Parece que ya estás mejor.
-Nada que no hubiera tenido que soportar antes.
-Ahora vas a tener dos cicatrices más, si seguís así nadie va a quererte como esposa.
-No creo que el problema vayan a ser las cicatrices…
-Tengo una buena noticia. Cuando allanaron el almacén encontraron pruebas. Tenemos una nueva pista.


CONTINUARÁ EL 7 DE MARZO DEL 2010 ^^


Mansión de Richard:



Living:



Patio interno (terraza)

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